Según un reciente estudio con pruebas in vitro y en ratones, la spirulina podría ser efectiva en la prevención del COVID-19 cuando se consume antes o inmediatamente después de la infección
Existe un gran interés a nivel mundial por encontrar una vacuna o un medicamento que ayude a frenar la actual pandemia y sus consecuencias, tanto sociales como económicas. Más allá de los intereses farmacéuticos por encontrar una patente, recientes artículos científicos hablan de la eficacia de ciertos nutracéuticos -compuestos o sustancias naturales– que tienen la misma acción terapéutica para prevenir o tratar esta infección viral.
La biología es compleja, dinámica y a la vez desconocida y, aunque hayan existido numerosos avances, aún seguimos intentando entender y explicar el porqué de incalculables procesos biológicos. Sin embargo, hay mucho que ya sabemos y, en estos momentos, es vital comprender cómo actúan los virus y qué podemos hacer para protegernos de ellos.
Los virus y las infecciones virales
Una infección viral ocurre cuando un organismo es invadido por un virus patógeno. Sin embargo, cuando se contrae un virus, no siempre se enfermará. El sistema inmunitario puede ser capaz de combatirlo. Por lo tanto, la acción inmunoestimuladora y la antiviral son esenciales a la hora de prevenir infecciones virales.
Pero… ¿qué es un virus?
Un virus es algo tan sencillo como un pequeño fragmento de ADN o ARN envuelto por una cápsula de proteínas. Estas proteínas tienen una estructura tridimensional determinada característica de cada tipo de virus. Presenta unas dimensiones microscópicas, mucho más pequeño que una bacteria o cualquier célula de nuestro organismo.
Imagen 1: Estructura tridimensional del coronavirus. Terapia metabólica del cáncer, terapiametabolica.com/pandemias
Los virus tienen estructura genética. Sin embargo, no podemos decir que están vivos. Según la teoría celular, las células son las estructuras básicas de la vida, sin ellas no podría considerarse que un virus sea un ser vivo. Claramente, los virus no son células ni están compuestas por ellas, ya que no tienen metabolismo propio. Necesitan las células de los organismos que infectan para replicarse.
La actividad de un virus comienza cuando alguna de esas proteínas externas encaja con proteínas del exterior de la célula que van a infectar. Lo hace como si se tratase de una llave en una cerradura. En este momento, el virus pierde su envoltura y su genoma, entra a la célula, infectándola. Un virus cuando entra en un organismo vivo, utiliza el material de replicación de la célula infectada, creando múltiples copias de sí mismo en muy poco tiempo, destruyendo los tejidos afectados y abriendo la posibilidad de infectar a otros organismos.
Existen muchos tipos de virus, pero en los últimos meses un tipo de coronavirus ha cambiado el devenir del planeta
Los coronavirus son una familia de virus que producen distintas enfermedades tanto en aves como en mamíferos. En humanos pueden provocar desde un resfriado hasta un síndrome respiratorio grave (un tipo de neumonía). Gran parte de los coronavirus no son peligrosos y se pueden tratar de forma eficaz. Sin embargo, en los últimos meses, ha aparecido un tipo de coronavirus nuevo para la ciencia que provoca una enfermedad respiratoria aguda: el COVID-19.
No es el primer brote epidémico causado por un coronavirus, en 2002 aparece en China el SARS-CoV: un síndrome respiratorio agudo y grave. Diez años después, en Oriente Medio, apareció el MERS-CoV: el coronavirus causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio.
El nuevo virus es muy similar al SARS, aunque parece expandirse más eficientemente.
La gravedad de una epidemia se establece en función de tres indicadores: la transmisibilidad del virus, la gravedad de la enfermedad que produce (que depende del virus, del sistema inmunitario del huésped…) y su impacto en la población (mortandad, tasas de hospitalización…).
Hoy, científicos de todo el mundo estudian el porqué de la virulencia de diferentes tipos de virus como el responsable de la gran epidemia de influenza en 1918, conocida como la “Gripe Española”que se estima que cobró 40 millones de vidas humanas (solo en España, 8 millones de personas infectadas y 300.000 personas fallecidas). Sin embargo, tras reconstruir al agente causante de esta epidemia (un influenza virus A del subtipo H1N1), el equipo de virólogos y bioingenieros no halló ninguna característica genética en dicho virus que explicara su letal impacto en la población humana.
Imagen 2: Portadores de la Cruz Roja durante la Gripe Española. Washington DC. La Gaceta gacetamedica.com/investigacion/
Todo apunta a que la alta mortandad de la gripe española no se debió tanto a alguna particularidad específica del virus que la causó, sino a la malnutrición e incompetencia inmunológica de los humanos en ese difícil periodo tras la I Guerra Mundial.
Hay algo que se empieza a tener claro, es necesario enfocarse no solo en el agente viral en sí, sino en la eficacia del sistema inmunológico del organismo infectado.
Origen de este nuevo virus
Se desconoce el origen de este virus, pero se sabe que ciertos animales, como los murciélagos, actúan como reservorios.
Un artículo científico de 2007 ya lo adelantó: «la presencia de grandes reservorios de virus tipo SARS-CoV en murciélagos junto con la cultura de comer animales exóticos en el sur de China es una bomba en el tiempo”. En 2004, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señalaron, además, el incremento de la demanda de proteína animal y la intensificación de su producción industrial como principales causas de la aparición y propagación de nuevas enfermedades zoonóticas desconocidas, es decir, de nuevas patologías transmitidas por animales a los seres humanos.
Se estima que 3 de cada 4 enfermedades infecciosas nuevas o emergentes en humanos provienen de los de animales.
Las mutaciones víricas juegan un papel fundamental. El genoma viral cuenta con información sobre las características particulares de cada virus, entre ellas algunas tan importantes como las especies que puede infectar, su modo de transmisión o su interacción con los mecanismos de defensa celulares. Durante la copia de los genomas virales se producen algunos “errores” denominados mutaciones, impulsoras de los cambios que a veces condicionan el comportamiento de los virus. La mayoría de los virus de ARN tienen una tasa de mutación muy elevada.
En las últimas décadas, algunos de los brotes víricos con mayor impacto se han producido por infecciones que, cruzando la barrera de las especies, han tenido su origen en las explotaciones intensivas de ganadería. Las condiciones de hacinamiento y estrés de los animales en macro-granjas convierten a cada animal en un caldo de cultivo perfecto para desarrollar millones de mutaciones víricas susceptibles de desencadenar la aparición de nuevas enfermedades y epidemias.
Todo parece indicar que el nuevo coronavirus, el COVID-19 (también conocido como coronavirus de Wuhan), tiene una procedencia animal.
Síntomas y tratamiento para el COVID-19
Tanto el virus de la gripe (Influenza), como el COVID-19 provocan inflamación pulmonar que puede conducir a dificultad respiratoria aguda y, en algunos casos, a la muerte. La ausencia de tratamiento y sus posibles efectos, especialmente en personas con patologías previas y de la tercera edad, son motivo de preocupación.
Solo el 67% de los diagnosticados en China con Covid-19 presentaron tos y únicamente el 43% tenían fiebre cuando acudieron a urgencias, sin embargo, un hecho bastante común en los pacientes fue la linfocitopenia (un número bajo de las células de defensa) presente en un 83,2% de los pacientes.
La linfocitopenia consiste en un número anormalmente bajo de linfocitos (reguladores de la respuesta inmunitaria) en la sangre. Muchos trastornos reducen su número, pero las infecciones víricas y la malnutrición son los más frecuentes. Estudios realizados en China proponen que estos bajos recuentos de linfocitos en casos graves de COVID-19 se deben tanto a la acción del virus como a “los factores del hospedador “. Esto es uno de los motivos por lo que la mayoría de los ingresados con COVID-19 en la UCI son personas de edad avanzada, con más probabilidad de sufrir un deterioro de su respuesta inmune.
Contar con una tasa de linfocitos baja debido a una mala nutrición en el momento de la infección puede ser decisivo en el desarrollo de la enfermedad. La inmunonutrición es la ciencia que se encarga de estudiar la relación entre los nutrientes y la inmunidad de nuestro cuerpo. Sus objetivos son, entre otros, conocer y estudiar los marcadores inmunológicos asociados al estado nutricional, y entender cómo distintos compuestos presentes en los alimentos influyen en la respuesta inmune que desarrolla el cuerpo frente a virus, bacterias, células malignas, etc. En definitiva, conocer los factores vinculados a la nutrición que influyen en el sistema inmunitario.
El uso de determinados alimentos o nutracéuticos para combatir enfermedades no es nada nuevo. Hace más de 2400 años, ya Hipócrates, padre de la medicina, nos dejaba
este valioso legado: “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento”.
Hoy en día, se sabe que es posible utilizar cantidades de nutrientes inmunoesenciales (imprescindibles para la inmunidad y que no podemos sintetizar) en cantidades suprafisiológicas. Estas moléculas naturales -para los cuales tenemos receptores moleculares específicos-, cuando se suministran en concentraciones superiores, su uso es metanutricional: van más allá de la nutrición, utilizándose como fármacos.
Un reciente estudio -publicado en Progress in Cardiovascular Diseases-, del 19 de febrero del 2020, ofrece una estrategia basada en el suministro de nutracéuticos para prevenir y controlar infecciones de virus de ARN como la influenza y el coronavirus.
Según los autores del artículo, ciertos nutracéuticos pueden tener el potencial de ayudar a reducir la inflamación pulmonar causada por los virus de ARN, mientras que otros ayudarían a mejorar la respuesta de interferón 1 (grupo de proteínas señalizadoras que se producen como respuesta a diversos patógenos).
La espirulina es uno de estos nutracéuticos, objeto de estudio en este artículo
La espirulina es una cianobacteria comúnmente llamada alga verde-azul. Las cianobacterias son de los primeros organismos que aparecen en la tierra hace 3500 millones de años. Pero aparte de ser de los más antiguos, la espirulina es también de los alimentos más completos. La espirulina tiene el récord en cantidad de proteínas, hierro y b caroteno. Posee una extraordinaria concentración de vitaminas y minerales y tiene una fuerte actividad antioxidante y antinflamatoria. Es sin duda, un alimento clave en la nutrición preventiva o inmunonutrición.
¿Cómo actúa la espirulina en la prevención de las enfermedades víricas?
- La espirulina fortalece el sistema inmunitario
El consumo de espirulina en sujetos sanos ha demostrado el buen funcionamiento del sistema inmunitario, aumentando la actividad de los glóbulos blancos, los macrófagos y unas células llamadas, “Natural Killers” (NK), las cuales juegan un papel fundamental en la eliminación de patógenos.
Según estudios preliminares in vitro, la espirulina podría ser utilizada como inmunoestimulante en enfermos con el diagnóstico de inmunodeficiencia donde se haya comprobado un defecto en la activación de los linfocitos, así como en personas de la tercera edad que presentan trastornos de la respuesta inmune celular.
Cuando nuestro sistema inmunitario es fuerte, podemos hacer frente a bacterias patógenas y virus y, por lo tanto, somos más resistentes a las enfermedades infecciosas que puede haber a nuestro alrededor.
La C-Ficocianina (C-FC), principal biliproteína de la cianobacteria Arthrospira platensis (spirulina), posee múltiples propiedades farmacológicas. Esta molécula presenta una gran actividad antiinflamatoria y se ha visto que puede contener la expansión del virus al sofocar los fenómenos inflamatorios dentro de las células.
- La espirulina y su acción antiviral
Hay numerosas publicaciones científicas que hablan de la acción antiviral de la espirulina in vitro y en ratones, especialmente en el caso de la gripe A. La espirulina desempeña un papel en la inhibición de la penetración del virus y la inhibición de fase de replicación del virus. Un estudio publicado en la revista Nature en 2016, demuestra la efectividad de la ficocianina para detener la propagación virus como el de la gripe.
En el siguiente gráfico se muestra como el extracto de espirulina (principalmente a 3mg/ml) ayuda a prevenir la formación de la placa viral y, por lo tanto, detiene la infección.
Tabla A: Extracto de espirulina (Arthrospira platensis) que inhibe la realización viral y la formación de placas con cepas de influenza in vitro.
En el siguiente gráfico se observa como la espirulina actúa con más eficacia de manera preventiva o en las primeras etapas de la infección:
Tabla B: Significativamente, el estudio muestra que la espirulina reprime al virus con más eficacia cuando se suministra en las primeras etapas de la infección.
Cuando el extracto de espirulina (ficocianina) se administra a ratones una hora antes de la infección (-1) o inmediatamente después de la infección (0), el 90% del virus está contenido. En comparación, cuando el extracto de espirulina se administra 2 horas después de la infección, se observa un 74% de inhibición del virus; 4 horas después de la infección, solo el 18% y 7 horas después de la infección, solo se ha contenido el 12% del virus. Esto muestra que la espirulina funciona mejor en caso de infección viral en el ratón cuando se consume de manera preventiva o, como muy pronto, cuando se sienten los síntomas.
El reciente estudio dirigido por el Dr. DiNicolantonio, nos habla de las dosis preventivas y nos sugiere el consumo diario de 15 g de espirulina al día en humanos para frenar los virus de ARN, incluido el coronavirus.
Tipos de espirulina y formatos
Podemos encontrar la espirulina en diferentes formatos según su método de producción y secado: en ramas, en polvo o en comprimidos. Sin embargo, la calidad de la espirulina y el grado de conservación tanto de nutrientes como de componentes bioactivos, dependerá del formato en el que la encontremos. La forma más adecuada para el consumo diario de espirulina es en rama, ya que se trata de la forma menos procesada. La mayoría de espirulina, en polvo o en pastillas, procede de cultivos industriales. Durante el proceso de secado, la espirulina se pulveriza en atomizadores a altas temperaturas (a más de 180ºC).
La espirulina en rama, por el contrario, es deshidratada de forma meticulosa a menos de 42ºC, normalmente en deshidratadores solares, y al no haber sido pulverizada, su superficie de oxidación es menor, por lo que la conservación de nutrientes y componentes bioactivos será considerablemente mayor.
Además, si la comparamos con la espirulina en polvo (de sabor y olor muy intenso), su sabor es el más agradable (debido a su baja oxidación) y su textura crujiente, permite añadirla cómodamente a prácticamente cualquier plato a cualquier hora del día.
La espirulina en rama, de igual manera, resulta más cómoda de utilizar si la comparamos con la espirulina en pastillas, ya que tendríamos que consumir 30 pastillas al día para llegar a los 15 g que se recomienda como dosis preventiva en periodos de inmunonutrición.
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Conclusión
Estudios científicos han demostrado que la espirulina, por su acción inmunoestimuladora y antiviral, puede ayudar a prevenir infecciones virales como la gripe y el coronavirus in vitro y en ratones. Los estudios demuestran que la espirulina es más efectiva cuando se consume antes o inmediatamente después de la infección. También, que su efectividad depende de la cantidad de espirulina consumida. Si el estudio en ratones se probara en humanos, se estima que una dosis de 15 g permitiría la máxima efectividad.
Le germe n’est rien, c’est le terrain qui est tout. (El germen no es nada, el terreno es todo). Pasteur, Louis.
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